lunes, septiembre 18, 2006

Después

Es incómodo ser el caballo de Atila,
ver que detrás no queda hierba
y convertirlo todo
en un espacio yermo
sentir que lo que se destruye era
absolutamente necesario
que no hay forma
de no haber pisado
que no se puede no haber pisado.
Uno siente que los pies le arden,
que el suelo le duele mientras se deshace,
que el desierto detrás queda llorando,
que no hay consuelo y que no hay perdón.